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Spanish Audio Request

sr83
501 Words / 1 Recordings / 0 Comments

En comparación con las frías lluvias otoñales del lugar donde vivían, el estar en la costa del golfo de México resultaba un cambio muy placentero; allí el verano sólo se iba realmente durante unos días. El Plymouth se dirigió fluidamente hacía el sur, donde se encontraban las inmensas dependencias auxiliares de la compañía petrolífera. Incluso los semáforos estaban a su favor. Uno de ellos se puso en verde en un momento tan oportuno, que Tish ni siquiera necesitó pisar el freno.
El conductor del camión frunció el entrecejo cuando se encendió la luz amarilla. Llevaba retraso e iba con demasiada prisa, pero se estaba acercando al final de su viaje de mil kilómetros desde Oklahoma; pisó entonces los pedales del embrague y el freno con una expresión de fastidio que se trocó en sorpresa cuando ambos se hundieron hasta el fondo sin ofrecer resistencia. La carretera estaba despejada por delante, así que siguió recto, puso una marcha más corta para aminorar la velocidad e hizo sonar el claxon. «¡Oh, Dios, Dios mío, te lo suplico, no…!»
TisK no le vio venir. Ni siquiera llegó a volver la cabeza. El automóvil surgió resueltamente por la calle lateral del cruce y al camionero le quedaría grabada en la memoria la imagen del perfil de una joven que desaparecía bajo el capó de su potente motor diesel. Luego hubo una terrible sacudida y un escalofriante movimiento ascendente mientras el coche era triturado bajo las ruedas delanteras del camión.
En toda esa situación, lo más terrible para Pam era no sentir nada. Helen era su amiga. Helen se estaba muriendo y ella sabía que debería sentir algo, pero no podía. El cuerpo estaba maniatado y tenía la boca amordazada, pero eso no le impedía gemir mientras Bill y Rick se entregaban a su tarea. La respiración lograba abrirse paso y, aun cuando no podía mover los labios, emitía los sonidos de una mujer a punto de expirar. Aquel camino hacia la muerte tenía su precio, y ella habría de pagarlo por adelantado. Rick, Bill, Burt y Henry eran los encargados de cobrarlo. Trataba de convencerse a sí misma de que se encontraba realmente en otro sitio, mientras aquellos horripilantes resuellos de asfixia evitaban que su mirada y su conciencia captaran lo que se había convertido en realidad: Helen se había portado mal. Helen había tratado de escapar, cosa que los otros no podían consentir. Era algo que habían explicado más de una vez y que ahora explicaban de nuevo, de un modo que, como dijo Henry, sería imposible de olvidar. Pam sintió una punzada en el lugar donde le habían roto las costillas y recordó la lección aprendida. Sabía que nada podía hacer, salvo sostener la mirada fija de Helen. Trató de transmitir simpatía a aquellos ojos clavados en ella, pero no osó ir más allá. De repente, Helen dejó de gemir y Pam supo que todo había terminado, de momento. Ahora podía al fin cerrar los ojos y preguntarse cuándo le llegaría el turno.

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