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Spanish Audio Request

sr83
566 Words / 1 Recordings / 0 Comments

En el manual de los misiles SA-2, escrito en ruso, se recomendaba emplazar seis lanzacohetes alrededor de un punto central de control, por lo que, con sus caminos de enlace, la típica base de los SA-2 parecía exactamente una estrella de David. Aquello se le antojaba blasfemo al coronel, pero fue otra clase de pensamiento el que le rondó la mente cuando situó el carro del comandante en el centro de su visor.
– ¡Seleccionar objetivo! -exclamó, ratificándose a sí mismo la acción. En los últimos diez segundos mantuvo al avión firme como una roca-. ¡Apuntad bien… fuego… ahora!
Cuatro de las bombas, que nada tenían de aerodinámicas, salieron disparadas en caída libre de los compartimentos de eyección del cazabombardero, se abrieron en el aire y esparcieron millares de municiones por toda la zona. Antes de que la metralla llegase al suelo, el coronel ya se había alejado considerablemente de la base. No vio a los soldados que corrían buscando refugio en las trincheras, pero se mantuvo a baja altura, realizó un giro brusco a la izquierda y regresó para cerciorarse de que había acabado con esa base de una vez para siempre. Ya a cinco kilómetros de distancia divisó una enorme columna de humo en el centro de la estrella.
«Eso es por Al», se permitió pensar. No cantaba victoria, simplemente lo pensó, mientras enderezaba el avión y echaba una rápida ojeada antes de abandonar la zona. Ya podría acudir la fuerza de asalto, pues la batería de misiles tierra-aire había quedado inutilizada. Eligió una hendidura en la serranía y se lanzó directamente hacia ella, manteniendo el ángulo de MachI, en línea recta y posición horizontal, ahora que el peligro había pasado. «A casa, a celebrar las Navidades.»
De pronto, unas señales rojas que emergían del angosto paso le sobresaltaron. Se suponía que no debían estar allí. No había posibilidad alguna de desviarse, lo único que podía hacer era avanzar. Hizo un movimiento brusco, en un intento de evitar lo que se le venía encima, tal como había previsto el artillero, mientras el cuerpo del avión pasaba a través de la oleada de fuego. Se produjo un violento estremecimiento y en un breve instante la buena fortuna se transformó en el infierno.
– ¡Robin! -exclamó una voz jadeante por el interfono, mientras las alarmas aullaban enloquecidas y en ese instante fatal Zacharias supo que su avión estaba perdido.
Las cosas se pusieron peor aún antes de que pudiese reaccionar. El motor estalló en llamas y a continuación el Thunderchief empezó a girar alrededor de su eje vertical, por lo que el coronel supo que había perdido los controles. Su reacción fue instantánea: ordenó a gritos la expulsión, pero un nuevo quejido a sus espaldas le hizo volverse precisamente cuando tiraba de los mandos, aun a sabiendas de que ese gesto resultaría inútil. La última imagen que tuvo de Jack Tait fue un reguero de sangre en el asiento, y en ese momento sintió que se le arrancaba la espalda con un dolor jamás experimentado.

– ¡Adelante! -dijo Kelly, lanzando una bengala.
Desde otra lancha empezaron a arrojar al agua pequeñas cargas de explosivos para alejar a los peces de la zona. Kelly se quedó vigilando y esperó cinco minutos, luego miró al socorrista.
– La zona está despejada.
– ¡Fuego en el hoyo! -exclamó Kelly, y lo repitió tres veces, como si pronunciase un ensalmo.

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