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Spanish Audio Request

sr83
476 Words / 1 Recordings / 0 Comments

El coronel Robin Zacharias se concentraba en. la tarea inmediata. En la cima de la siguiente cadena de montañas había una base de lanzamiento de misiles SA-2 desde allí habían disparado tres proyectiles que ahora iban en busca de los cazabombarderos a los que el coronel había venido a proteger. En el asiento trasero del F-105G Thunderchief iba Jack Tait su ««oso», un teniente coronel especializado en la iluminación de defensas. Los dos hombres habían contribuido a desarrollar la teoría que ahora estaban perfeccionando. Zacharias pilotaba el caza Wild Weasel exponiéndose, procurando disparar, para luego ocultarse bajo el proyectil, acercándose a la base de lanzamiento. Era un juego perverso y mortal, no el del del cazador y su presa sino el del cazador y el cazador: un juego corto, breve, caracterizado por su fragilidad ante un adversario cuya posición era estable, sólida y bien fortificada. Aquella base había sido asignada a los hombre encargados de proteger los flancos de la escuadrilla. El comandante de la base era demasiado bueno a la hora de utilizar su radar, pues sabía cuándo debía conectarlo y apagarlo. Quienquiera que fuese aquel cabroncete, la semana pasada había derribado dos de los cazas que estaban bajo su mando, por lo que el coronel Robin Zacharias había decidido encargarse personalmente de la misión cuando le llegó la orden de atacar de nuevo esa zona. Aquélla era su especialidad: determinar, penetrar y destruir las defensas antiaéreas; un juego amplio, rápido y tridimensional, en el que el premio era la supervivencia.
Sobrevolaba la zona en vuelo rasante, sin elevarse por encima de los ciento cincuenta metros, controlando con el tacto de su mano la palanca de mando mientras escudriñaba con la vista las cumbres calcáreas de las colinas, sin dejar de prestar atención a lo que le decía el hombre a sus espaldas.

– Lo tenemos en el nueve, Robin -dijo Jack Aún nos sigue rastreando, pero no nos ha detectado. Búrlalo con una maniobra en espiral.

«No le vamos a soltar un Shrike -pensó Zacharias-. Fue eso lo que hicieron la última vez y ese cabrón se las arregló para desviarlo.» Ese error le había costado un comandante, un capitán y un avión; un buen equipo, además de un compañero oriundo de Salt Lake City, Al Wallace…, amigos desde hacía muchos años… ¡Maldita sea! Apartó ese pensamiento, sin reprocharse siquiera esa minúscula blasfemia.

– Démosle de nuevo gusto -dijo Zacharias, tirando de la palanca de mando.

El Thunderchief ascendió repentinamente y se situó dentro del campo de acción del radar de la base, manteniéndose allí a la espera. El comandante de la base probablemente era un hombre entrenado por los rusos. No sabría cuántos aviones había derribado ya -tan sólo que habían sido muchos-, pero ese hombre debía sentirse orgulloso por lo que había hecho, y el orgullo era algo mortal en ese oficio.

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