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David_B
1324 Words / 2 Recordings / 0 Comments
Note to recorder:

Velocidad natural por favor.

Un Robo

–Fred, despierta... ¡Freddie! Despierta, que estoy oyendo ruidos– le dijo Virginia a su marido, al mismo tiempo que lo sacudía fuertemente. Pero éste seguía durmiendo tranquilamente.

Fred era uno de esos pocos que, una vez que se acuestan, se duermen inmediatamente y después no hay ruido que los despierte. Su mujer era todo lo contrario: le costaba mucho dormirse y, al menor ruido, se despertaba; además, era bastante nerviosa y siempre estaba pensando en ladrones.

Durante los primeros meses de casados, Fred se levantaba cada noche a investigar esos 'ruidos', a traerle una aspirina, una taza de leche caliente, etc., etc. Sin embargo, como todo cambia en esta vida, Fred ahora lo hacía protestando, buscando pretextos para no levantarse: –¿Por qué no vas tú esta vez por tu aspirina?– o bien, –No te preocupes, mujer, y trata de dormir tranquila; es el viento– o simplemente hacía como que estaba dormido. Ya sabemos, claro, que así fue que una vez entraron unos ladrones y se robaron una televisión de trescientos dólares.

Esta era una de esas tantas noches en que Virginia trataba de despertar a su esposo. Eran casi las cuatro de la mañana... –Fred, por favor, despierta que no son ideas mías. Escucha... –Sin saber por qué, Fred prestó atención y, en realidad, se oían unos ruidos en el piso de abajo. Como un relámpago saltó de la cama, tomó un revólver viejo que tenía en el closet y salió al balcón de la casa, de donde él creía estar en posición de impedirle al ladrón escapar.

–¡Sal o te mato!– gritaba, con un acento inglés que, por lo nervioso que estaba, se le había puesto peor. –¡Sal o te mato!–repetía.

En la casa de enfrente - la casa de los Fuentes - Manuela, al oir gritar a Fred de esa manera, despertó a la otra criada: –¡Petronila! ¡Petronila! ¡Ese 'míster' de ahí enfrente, o se está volviendo loco o no sé lo que le pasa! Ahi está en el balcón de su casa gritando y gritando, pero no comprendo bien lo que dice. Parece que dice algo así como ¡sal o tomate! ¡sal o tomate! ¡Está loco ese hombre! Mejor ir a despertar a los señores–Manuela era la nueva cocinera de los Fuentes, quienes la habían traído del campo hacía poco. Como buena campesina, era muy madrugadora y, ya a las cuatro, siempre estaba levantada. Por eso había sido ella la primera en oir a Fred.

Cuando don Ricardo salió en pijamas a la puerta a ver qué pasaba, ya había otros vecinos afuera en la calle, todos preguntando qué sucedía. Fred, viendo que con aquella conmoción el ladrón no iba a salir nunca, dejó el balcón y bajó al primer piso. Con todo cuidado entró a la sala y luego fue de cuarto en cuarto... y nada. Don Ricardo y otros vecinos entraron entonces y se pusieron a ayudarle a buscar... pero nada; el ladrón no estaba por ninguna parte. Alguien vió que la ventana de la cocina estaba abierta; claro, eso era; el ladrón había escapado por la puerta de atrás. Todo el mundo comentaba y todos hablaban al mismo tiempo: aquello era un verdadero pandemonio.

Después que hubo algo más de calma, Fred y Virginia empezaron a revisar toda la casa para ver qué les habían robado. Muy pronto vieron que los cubiertos finísimos de plata no estaban en el lugar donde siempre los tenían. También se habían llevado toda la ropa que tenían colgada en el patio. A Virginia esto no le importó tanto como los cubiertos, no sólo porque eran muy finos, sino porque habían sido un regalo de bodas y tenían para ella un gran valor sentimental.

Alquien había llamado a la policía y pocos minutos después llegaba un carro de patrulla. Estuvieron ahí como una hora haciendo toda clase de preguntas y, después de haber tomado una taza de café que Virginia les había preparado, se fueron. Como a las siete de la mañana vinieron dos detectives, quienes inmediatamente empezaron a interrogar a todo el mundo y a tomar huellas digitales por toda la casa. Esto de las huellas digitales no sirvió para nada pues, aunque hasta en el techo las encontraron, todas eran diferentes, ya que los vecinos que habían estado ayudando no habían dejado lugar de la casa sin tocar.

Sin embargo, los detectives tenían otros medios, especialmente el ojo clínico que la experiencia les había dado. Inmediatamente después de hacerle las primeras preguntas a la cocinera de la casa, una mujer joven que no hacía mucho que había empezado a trabajar en la casa de los Robinson, comenzaron a sospechar de ella por su manera de contestar, evasiva y nerviosa. Desde ese día se pusieron a seguirla a todas partes, hasta que por fin, dos semanas más tarde, tenían al ladrón: el novio de la cocinera.

Fue una desagradable sorpresa para Virginia cuando una tarde llegaron dos detectives a la casa a arrestar a la sirvienta, que estaba tranquilamente preparando la comida para los niños. Sin mayor trámite, entraron a la cocina, la tomaron, la metieron en un auto y se la llevaron. Al otro día Fred recibió una notificación de la policía diciendo que tenía que ir a identificar los artículos robados. Estos, el ladrón los había empeñado y después había vendido los billetes. Fred los reconoció como suyos.

Intrigado por lo de la cocinera, Robinson le preguntó al Oficial que cómo era que ella también estaba comprometida, que ésta le había traído muy buenas recomendaciones. El Oficial le contestó diciéndole que las recomendaciones eran falsificadas y, que además, esta mujer era una ladrona muy conocida. El Oficial le dijo a Fred que, como algo de rutina, él tenía que identificar a la mujer y, si era posible, al ladrón, para establecer si alguna vez lo había visto con ella. Robinson esperó algunos minutos y luego, por una pequeña puerta, entre cuatro hombres armados, aparecieron la cocinera con su novio el ladrón.

Este venía con la cabeza baja y parecía estar un poco enfermo, con los ojos hinchados y unas manchas moradas en la cara, mientras que la cocinera, apenas entró, empezó a insultar a los oficiales, a Robinson y a todo el mundo.

–iiSilencio!!–gritó el Oficial; y volviéndose a Robinson le preguntó: –¿Es ésta su cocinera?– Sí –contestó Robinson– ésa es.

–Y a ese hombre, ¿lo reconoce?– continuó el Oficial.

Fred lo miró un momento y luego exclamó: –¡Claro, ahora recuerdo! Es el mismo hombre que a veces venía a vender verduras a la casa y al que le di ropa más de una vez.

–Patrón– dijo el hombre a Robinson, mirando al suelo –Uds. han sido muy buenos conmigo. Yo no tenía intenciones de robar nada. Fue ella la que decía que yo era un estúpido, que robarles a los ricos no era nada malo; y pensar que ella se gastó sola toda la plata después.

Y con voz que daba lástima siguió diciendo: –¡Ayúdeme, patroncito, le prometo que nunca más...!

–iiYa, ya!! iiEstá bueno!! –gritó el Oficial, interrumpiéndolo. Y luego ordenó: ¡Llévenselos!

Pobres diablos, pensó Fred. Y despidiéndose del Oficial volvió a la oficina reflexionando sobre el serio problema de buscar una nueva cocinera.

1 ¿Cómo era Fred cuando dormía?
2 ¿Qué le pasaba a Virginia con el menor ruido?
3 Durante los primeros meses de casados, ¿a qué se levantaba Fred?
4 ¿Qué pretextos buscaba ahora Fred para no levantarse?
5 ¿Qué se oían en el piso de abajo?
6 ¿Qué hizo Fred después de saltar de la cama?
7 ¿Qué gritaba Fred?
8 ¿Quiénes salieron a la calle?
9 ¿Qué les habian robado a los Robinson esta noche?
10 ¿Qué hicieron los detectives a la mañana siguiente?
11 ¿De quién comenzaron a sospechar los detectives?
12 Cuando arrestaron a la cocinera, ¿qué recibió Fred y para qué?
13 ¿Quién era el ladrón?
14 ¿Qué decia el ladrón?
15 ¿Sobre qué problema se fue reflexionando Fred?

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