"Natural speed, please"
Jane y Ruth
Eran casi las diez de la noche y estaban todos muy tranquilos conversando en la sala cuando se oyó un
ruido en la cocina.
—¿Qué fue ese ruido?—preguntó Pat un poco alarmada.--Parece como que se cayeron unos platos.
—Probablemente son las ratas—observó su esposo en tono de broma y sin darle más
importancia al ruido.
—¡Ratas! Tú siempre dices lo mismo cada vez que oyes un ruido—exclamó Pat con
impaciencia. —¿Recuerdas la noche que no quisiste levantarte a investigar qué eran aquellos
ruidos en la sala porque tú decías que eran las ratas, recuerdas? Deben haber sido unas ratas
enormes porque nos dejaron sin la televisión de seiscientos dólares que acabábamos de comprar.
Frank quiso decir algo, pero para no discutir con su esposa enfrente de los señores Flores se levantó y
fue a la cocina a ver qué era el ruido. Casi en seguida volvió y dijo:
—Puedes estar tranquila, no te preocupes. Eran dos ratitas muy bonitas llamadas Jane y
Ruth que estaban en la cocina y se les cayeron unos platos que estaban lavando.
—¿Qué están haciendo esas niñas en la cocina? ¿Por qué no están dormidas? ¡Jane! ¡Ruth!
—Yes, mother....? —contestaron dos inocentes y tímidas voces desde la cocina.
—¡Vengan acá inmediatamente!
Dos preciosas niñas en piyamas entraron tímidamente a la sala; la más pequeña, de unos seis años, detrás
de la otra que podía tener ocho, más o menos.
—Ah, éstas son las dos hijitas de que me hablaban—exclamó la señora de Flores. —Mira,
Salvador, qué divinas son.
—Sí, aquí tienen ustedes la causa de toda esa conmoción que oímos en la cocina—dijo Frank.
—La más grande es Jane y esta otra ratita es Ruth. Niñas, saluden a los señores. Ellos son
nuestros vecinos y tienen unas niñitas muy bonitas. Uno de estos días vamos a ir todos a
su casa a conocerlas.
Las dos saludaron con mucho respeto y por varios minutos conversaron en español con los señores
Flores, poniendo mucha atención a todo lo que ellos les decían y contestando a todas las preguntas que les
hacían, en forma tal que indicaba la buena educación que habían recibido de sus padres. El español lo
hablaban tan bien como su madre, quien desde que eran muy pequeñas había insistido en enseñárselo.
