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Los Nuevos Vecinos
En las afueras de la ciudad de Las Palmas, capital de la república de Surlandia, hay una colonia nueva
llamada Colonia Campestre. Es ahí donde vive don Salvador Flores con su esposa y tres hijos, un varón y
dos niñas. No es una familia muy grande; ahora las familias grandes no son tan típicas en America Latina
como antes. En la parte norte de la colonia hay un parque, y detrás de ese parque, en la esquina de la Calle
Once y la Avenida Independencia, está situada la casa de los Flores. Es una casa nueva, de dos pisos, color
verde, muy bonita, y sólo tiene el defecto de ser un poco pequeña para una familia como la de ellos. Por
esta razón, don Salvador ha estado pensando alquilar otra un poco más grande, pero hasta la fecha no ha
podido encontrar; las dos o tres casas todavía sin alquilar en esa colonia son, o iguales a la de él o más
pequeñas. Claro, ellos pueden mudarse a otra parte de la ciudad, pero no quieren porque Campestre les
gusta mucho y están muy contentos; toda la gente que vive ahí es gente buena y muy decente, y la colonia es
nueva, muy limpia, y sobre todo, muy tranquila.
Una de esas dos o tres casas nuevas que todavía no han sido alquiladas en esta colonia está situada en la
misma Calle Once y casi enfrente de donde viven los Flores. Es una casa igualita a la de ellos y mucha gente
ha venido a verla. A todos les gusta mucho, pero nadie la quiere por la misma razón: la casa no tiene
muebles.
Pero, por fin, la agencia ha podido alquilarla esta semana a la familia de un señor norteamericano que acaba
de llegar a Surlandia para trabajar en la Embajada de los Estados Unidos. Esta es la familia Blevins, los
nuevos vecinos de los Flores.