Bastante lentamente y con claridad por favor. Muchas gracias por leerlo.
Mi quinceañera chapina, de la revista Latinitas
Al principio yo no quería una fiesta, pero mi mamá no lo permitía. “¡Mi mamá tuvo una quince, yo tuve una quince, y tú mijita, tendrás una! Créeme, me lo agradecerás después,” me dijo. Así que me subí a un avión directo a Guatemala y tomé una clase intensiva en todo sobre el catolicismo; tres meses después, me encontraba hincada frente a un padre recibiendo mi bendición. Hubo una gran fiesta, mucha comida y bailamos mucho. Aunque mi quinceañera probablemente fue el día más feliz de mi vida, no creí que fuera algo tan extravagante. Fue algo barato y simple en comparación a las fiestas celebradas aquí en los Estados Unidos. O eso pensé yo…
Mi prima, con la cual me volví muy cercana en mis pocos meses visitando, me confesó; “Esta debe ser la fiesta más grande que veremos por aquí en un buen tiempo. Nadia ha hecho algo como esto antes. O ha tenido una muñeca como esa,” dijo apuntando a mi última muñeca. Ese día yo le di la muñeca a mi prima, y ella me hizo recapacitar.