Cualquier acento
Nunca sacaban a nadie por la puerta, aunque pudieran, siempre lo hacían por las ventanas y por los balcones, porque lo importante para vencer era la espectacularidad. Hubo bomberos que, en su celo, subieron a las víctimas del incendio desde el primer piso hasta el quinto para salvarlas desde allí.
En cada piso había siempre una joven. Todos los demás vecinos salían antes de llegar los bomberos. Pero las jóvenes tenían que quedarse para ser salvadas. Era la ofrenda sagrada que hacía el pueblo a sus héroes, porque no hay héroe sin dama. Cuando llegaba la hora del fuego, toda joven conocía su deber. Mientras los demás huían aprisa, ellas se levantaban lentas y trágicas, dando tiempo a las llamas, se quitaban de la cara el maquillaje, se soltaban el pelo, se desnudaban y se ponían el blanco camisón. Salían por fin, solemnes y magníficas, a gritar y a agitar los brazos en los balcones.
Así lo vio Alfanhuí aquel día, así sucedía siempre que había fuego. Sucedía siempre lo mismo porque era un tiempo de orden y de respeto y de buenas costumbres.
Muchas gracias, Felix! Es siempre un placer trabajar con sus grabaciones!