Lea despacio, por favor.
—¿Qué es sete olor? —preguntó el doctor Railton poniendo una especie de tintero bajo la nariz de Edwin.
—Quizá me equivoque, pero creo que es «Peppermint».
Esperó a que sonara el gong del concurso radiofónico del doctor. Al otro lado de los biombos con que habían rodeado su cama, se oía comer a los demás ocupantes de la sala.
—Está usted equivocado, lo lamento —dijo el doctor Railton—. «Lavanda».
Sonó el gong, pero el juego seguía.
—¿Y esto?
—Probablemente algo cítrico.
—De nuevo se ha equivocado. Se ha equivocado terriblemente. Es clavo.
Había cierto tono de acusación en aquella amable voz. Suavemente, el doctor Railton se sentó en el borde de la cama. Y también suavemente, sus femeninos ojos castaños, de largas pestañas, bajaron la mirada hacia Edwin.
—No está muy bien, ¿verdad? Nada bien.
Los cuchillos y los tenedores golpeaban y arañaban débilmente. Una orquesta de inválidos.
Sería genial si un hablante de español castellano y / o español de Argentina podría hacer una grabación también. ¡Gracias!