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jats15
901 Words / 1 Recordings / 2 Comments
Note to recorder:

Es un texto de mi manual de español. Si pudierais hacer me un favor y leerlo con expresión... os lo agradecería.

JORGE.— Clarita, tengo el gusto de presentarte a Paco Sandoval, un viejo amigo mío, excelente cazador y deportista.
CLARITA.— Tanto gusto en conocerle, señor Sandoval.
SANDOVAL.— El gusto es mío, señora.
C.— ¡Mi marido me ha hablado tanto de usted! Hace muchos años que no se veían ¿verdad?
S.— Desde que me casé. Espero que me perdonará usted que llegue en forma tan imprevista. Estas no son horas de presentarse en una casa, pero es que ardía en deseos de ver a Jorge...
C.— Queda usted perdonado, a condición de que coma con nosotros.
S.— Es usted muy amable pero, la verdad, no quisiera causar molestia alguna.
C.— No es ninguna molestia, Sandoval, comeremos en familia... Dispense usted que le deje por unos momentos. Es domingo y no tengo a nadie que rae ayude.
S.— No faltaba más, lo que siento es causarle tantas molestias.
C.— Al contrario, para mí es un placer... (Salé)
J.— ¿Quieres jugar una partida de ajedrez mientras tanto?
S.— Encantado. Y te ganaré por muy bien que juegues.
J.— Ya veremos... Pues, tengo las piezas blancas y hago la primera jugada
con el peón rey y avanzo con él a la casilla e4...
5.— (Ha transcurrido un tiempo)... Me rindo... Dispones de una torre de ventaja
y una posición claramente ganadora.
J .— Pero yo hasta ahora no te he dado jaque y me parece que es posible encontrar los movimientos para conseguir el empate...
C.— (Entra). Ya veo que están muy entretenidos jugando, pero la comida está servida. Van ustedes a probar mi paella. Espero que les guste.
J .— Entonces, dejemos la partida y sentémonos a la mesa.
C.— Amigo Sandoval, aquí estará usted mejor, a mi derecha... y ahí se sentará Jorge... ¿Qué vino prefiere usted?
S.— El que usted quiera, Clarita, me da lo mismo...
J .— ¿Qué tiempos aquéllos, verdad, Sandoval? ¿Recuerdas aquellas partidas de caza? Salíamos de madrugada y regresábamos cuando se ponía el sol. A mí me gustaba sobre todo cazar perdices y liebres. Y no tenía mala puntería, ¿sabes, Clarita? Cogía la escopeta, apuntaba, tiraba y daba en el blanco.
C.— No te ofendas... pero, ya exagerarás un poco, ¿eh?
S.— No crea, no crea, Clarita. Solíamos ir con Alcántara. ¡Qué espléndido cazador era! ¿Lo recuerdas, Jorge? Era todo un hombretón. Alto, ancho de espaldas, calvo, pero con una barba muy poblada. Tenía la frente despejada, la nariz aguileña, los ojos vivos y las cejas arqueadas... Era un cazador infatigable.
J.— ¡Cómo no he de recordarle! Por cierto, ¿sabes que se quemó la cara y las manos en un incendio en que ardió su casa?
S.— Lo ignoraba. Poco tiempo después de aquellas partidas abandoné la cazo y no he vuelto a verle. Luego me aficioné a la pesca.
C.— ¿De veras? ¿Y tiene usted la paciencia de estarse horas y horas esperando a que pique algún pez?
S.— Pues sí, y le tomé verdadera afición. Al principo pescaba con la caña y el anzuelo clásicos, luego con spining y hace tres años que practico la caza sub­marina. Me entusiasma bucear, puede usted creerlo.
C.— Pero apenas come usted, amigo Sandoval.
S.— Gracias, gracias, no se moleste.
J .— Quieres pasarme el pan, Clarita... Gracias.
C.— Pues Jorge casi nunca va de caza. Aprendió a montar a caballo y le ha tomado afición a las carreras hípicas. Hasta se le olvidaron las corridas de toros.
J .— Porque aquí no las hay. Me entusiasman sobre todo los concursos hípicos.
La equitación es un deporte formidable.
S.— Por muy hermoso que sea ese deporte, no hay placer superior a la caza o a la pesca submarina. La verdad, Jorge, por mucho que te guste ese deporte, no me negarás que la gente, más que a presenciar las carreras, va al hipódromo a lucirse y a jugarse el dinero en las apuestas.
J .— Hasta cierto punto tienes razón, pero te advierto que aquí en Argentina, aunque te guste ir al frontón a ver jugar a la pelota vasca, aunque seas aficionado a la riña de gallos o a cualquier otra cosa, a los cuatro meses de estar en el país te has vuelto un hincha de las carreras. A ti te pasaría lo mismo. Mira, estamos en plena temporada. Te propongo que vayamos esta tarde al hipódromo. Se corre la segunda carrera. Verás como te entusiasma.
S.— Creo que después de conquistar los argentinos la Copa Mundial de Fútbol en 1986 ha crecido mucho la afición a ese deporte.
J.— Desde luego. Pero las carreras...
S.— Por más que quisiera, no podría complacerte, pues tengo esta tarde una entrevista que no puedo aplazar.
J .— Pues yo no me pierdo una carrera, por mal tiempo que haga.
C.— Es una lástima que esté usted ocupado. ¿No podría ir con nosotros aunque
sólo fuera un ratito? Nos proporcionaría un verdadero placer acompañándonos­
.— Bueno, Clarita, les acompañaré, pero me permitirán que les deje antes de
que terminen las carreras...
C.— ¿Un poco más de pescado frito?
S.— No, gracias, Clarita. La paella estaba buenísima y el pescado tiene un sabor delicioso. Esto es un pequeño banquete, y todo del mejor gusto.
C.— Es usted muy amable. ¿Cómo prefiere el café, muy cargado?
S.— Desde luego.
С.— Mientras toman el café en el despacho, yo quito la mesa y me arreglo, pues me parece que vamos a llegar tarde al hipódromo.

Recordings

  • UNA VISITA IMPREVISTA ( recorded by Olafo ), Castilian Spanish

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    JORGE.— Clarita, tengo el gusto de presentarte a Paco Sandoval, un viejo amigo mío, excelente cazador y deportista.
    CLARITA.— Tanto gusto en conocerle, señor Sandoval.
    SANDOVAL.— El gusto es mío, señora.
    C.— ¡Mi marido me ha hablado tanto de usted! Hace muchos años que no se veían ¿verdad?
    S.— Desde que me casé. Espero que me perdone usted que llegue de forma tan imprevista. Éstas no son horas de presentarse en una casa, pero es que ardía en deseos de ver a Jorge...
    C.— Queda usted perdonado, a condición de que coma con nosotros.
    S.— Es usted muy amable pero, la verdad, no quisiera causar molestia alguna.
    C.— No es ninguna molestia, Sandoval, comeremos en familia... Disculpe usted que le deje por unos momentos. Es domingo y no tengo a nadie que rae ayude.
    S.— No faltaba más, lo que siento es causarle tantas molestias.
    C.— Al contrario, para mí es un placer... (Sale)
    J.— ¿Quieres jugar una partida de ajedrez mientras tanto?
    S.— Encantado. Y te ganaré por muy bien que juegues.
    J.— Ya veremos... Pues, tengo las piezas blancas y hago la primera jugada
    con el peón rey y avanzo con él a la casilla e4...
    5.— (Ha transcurrido un tiempo)... Me rindo... Dispones de una torre de ventaja
    y una posición claramente ganadora.
    J .— Pero yo hasta ahora no te he dado jaque y me parece que es posible encontrar los movimientos para conseguir el empate...
    C.— (Entra). Ya veo que están muy entretenidos jugando, pero la comida está servida. Van ustedes a probar mi paella. Espero que les guste.
    J .— Entonces, dejemos la partida y sentémonos a la mesa.
    C.— Amigo Sandoval, aquí estará usted mejor, a mi derecha... y ahí se sentará Jorge... ¿Qué vino prefiere usted?
    S.— El que usted quiera, Clarita, me da lo mismo...
    J .— ¿Qué tiempos aquellos, verdad, Sandoval? ¿Recuerdas aquellas partidas de caza? Salíamos de madrugada y regresábamos cuando se ponía el sol. A mí me gustaba sobre todo cazar perdices y liebres. Y no tenía mala puntería, ¿sabes, Clarita? Cogía la escopeta, apuntaba, tiraba y daba en el blanco.
    C.— No te ofendas... pero, ya exagerarás un poco, ¿eh?
    S.— No crea, no crea, Clarita. Solíamos ir con Alcántara. ¡Qué espléndido cazador era! ¿Lo recuerdas, Jorge? Era todo un hombretón. Alto, ancho de espaldas, calvo, pero con una barba muy poblada. Tenía la frente despejada, la nariz aguileña, los ojos vivos y las cejas arqueadas... Era un cazador infatigable.
    J.— ¡Cómo no he de recordarle! Por cierto, ¿sabes que se quemó la cara y las manos en un incendio en que ardió su casa?
    S.— Lo ignoraba. Poco tiempo después de aquellas partidas abandoné la cazo y no he vuelto a verle. Luego me aficioné a la pesca.
    C.— ¿De veras? ¿Y tiene usted la paciencia de estarse horas y horas esperando a que pique algún pez?
    S.— Pues sí, y le tomé verdadera afición. Al principo pescaba con la caña y el anzuelo clásicos, luego con spining y hace tres años que practico la caza sub­marina. Me entusiasma bucear, puede usted creerlo.
    C.— Pero apenas come usted, amigo Sandoval.
    S.— Gracias, gracias, no se moleste.
    J .— Quieres pasarme el pan, Clarita... Gracias.
    C.— Pues Jorge casi nunca va de caza. Aprendió a montar a caballo y le ha tomado afición a las carreras hípicas. Hasta se le olvidaron las corridas de toros.
    J .— Porque aquí no las hay. Me entusiasman sobre todo los concursos hípicos.
    La equitación es un deporte formidable.
    S.— Por muy hermoso que sea ese deporte, no hay placer superior a la caza o a la pesca submarina. La verdad, Jorge, por mucho que te guste ese deporte, no me negarás que la gente, más que a presenciar las carreras, va al hipódromo a lucirse y a jugarse el dinero en las apuestas.
    J .— Hasta cierto punto tienes razón, pero te advierto que aquí en Argentina, aunque te guste ir al frontón a ver jugar a la pelota vasca, aunque seas aficionado a la riña de gallos o a cualquier otra cosa, a los cuatro meses de estar en el país te has vuelto un hincha de las carreras. A ti te pasaría lo mismo. Mira, estamos en plena temporada. Te propongo que vayamos esta tarde al hipódromo. Se corre la segunda carrera. Verás como te entusiasma.
    S.— Creo que después de conquistar los argentinos la Copa Mundial de Fútbol en 1986 ha crecido mucho la afición a ese deporte.
    J.— Desde luego. Pero las carreras...
    S.— Por más que quisiera, no podría complacerte, pues tengo esta tarde una entrevista que no puedo aplazar.
    J .— Pues yo no me pierdo una carrera, por mal tiempo que haga.
    C.— Es una lástima que esté usted ocupado. ¿No podría ir con nosotros aunque
    sólo fuera un ratito? Nos proporcionaría un verdadero placer acompañándonos­
    .— Bueno, Clarita, les acompañaré, pero me permitirán que les deje antes de
    que terminen las carreras...
    C.— ¿Un poco más de pescado frito?
    S.— No, gracias, Clarita. La paella estaba buenísima y el pescado tiene un sabor delicioso. Esto es un pequeño banquete, y todo del mejor gusto.
    C.— Es usted muy amable. ¿Cómo prefiere el café, muy cargado?
    S.— Desde luego.
    С.— Mientras toman el café en el despacho, yo quito la mesa y me arreglo, pues me parece que vamos a llegar tarde al hipódromo.

Comments

Olafo
Aug. 31, 2020

Es extraño que este texto aparezca en el manual en español pues parece una conversación del siglo XX ó XIX más que español actual.
Como detalle, mezclan tratarse de usted con tutearse, lo cuál puede conducirte a error en las formas verbales.

Espero que la grabación esté a la altura de tus espectativas.

jats15
Oct. 30, 2020

gracias

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