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540 Words / 1 Recordings / 0 Comments

LOS MARCIANOS INVADIERON a Londres después de tres semanas de fuertes ataques.
Por suerte, yo logré escapar con vida.
Pero los invasores destruyeron casi toda la ciudad.
Yo estaba solo y lejos de casa.
Llevaba varios días huyendo, escondido en las afueras de la ciudad.
Ahí fue donde vi al soldado.
Caminé hacia él, lentamente.
Me miró sin decir una palabra.
Estaba en mal estado, quizás tanto como yo.
-¡Detente! –me ordenó levantando su arma cuando me acerqué.
Obedecí de inmediato.
-¿Qué haces aquí? –me preguntó en voz alta.
-Huyo de los marcianos –le expliqué con nerviosismo-.
Llevo varios días caminando sin rumbo fijo.
-Pues, ¡tienes que marcharte de este lugar! –me dijo en tono amenazante–.
Yo soy el dueño de todo lo que hay en esta zona.
¡Y sólo hay suficiente comida para mí! ¡Así que busca otro lugar! -¡No sé a dónde ir! –admití con tristeza-.
Llevo muchos días huyendo y escondido, los marcianos casi me matan.
Ahora que destruyeron la ciudad, estoy realmente confundido.
Quisiera regresar a mi hogar, pero no sé si será seguro volver a la ciudad.
El soldado levantó una ceja y me miró a los ojos.
-Te reconozco –me dijo-.
Tú eres el hombre que hace unos días estaba escondido en el edificio del periódico, ¿no es así? ¿Cómo es posible que sigas vivo? En ese momento, recordé quién era el soldado.
-¡Ah, por supuesto! ¡Tú eres el soldado que se escondió en el jardín del edificio! Ya te recuerdo… -¡Increíble! –exclamó sorprendido-.
¡Esto debe ser un golpe de suerte! ¡Mientras que muchos murieron, ambos logramos escapar de los feroces ataques de los extraterrestres! Cuéntamelo todo.
Pero no aquí.
Mejor vayamos bajo los árboles, donde nadie pueda vernos.
-¿Crees que aquí también hay marcianos? –le pregunté mientras caminamos hasta un grupo de árboles.
-Sé que los extraterrestres construyeron una enorme base a unas pocas millas de la ciudad.
De noche se pueden ver numerosas luces iluminando todo el sector.
-¡Parece el fin del mundo! –exclamé con gran tristeza.
-Así es.
Estamos en guerra y los marcianos van ganando.
Dejaron cientos de miles de muertos sólo en Londres… ¡Y ningún marciano ha muerto! Lo mismo sucedió en las principales ciudades del mundo.
¡Todo indica que los marcianos pronto serán los nuevos dueños de nuestro planeta! ¡Y lo peor de todo es que aún no sabemos cómo derrotarlos! Al oír sus palabras, me invadió una profunda tristeza.
El soldado tenía razón.
No sabíamos cómo derrotarlos.
En ese momento perdí las pocas esperanzas que tenía.
Quería pensar que todo era falso, pero no podía.
-¡Diablos! ¡Esos malditos marcianos nos aplastaron como si fuéramos hormigas! –exclamó el soldado-.
Lo peor del caso es que, basado en lo que he visto, ¡creo que quieren usarnos como alimento! -¿Qué dices? –pregunté sorprendido.
-Hace unos días vi, desde lejos, a un marciano dando caza a un hombre.
Pero en vez de matarlo, lo atrapó y lo encerró en una especie de jaula.
Después se lo llevó a su base.
Creo que se lo comerán… -¡No puede ser! –dije espantado.
-Yo tampoco podía creerlo.
Pero es cierto.
El día siguiente vi a otros extraterrestres hacer lo mismo.
¡Creo que quieren capturar a todos los sobrevivientes para engordarlos y usarlos como alimento!

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