Natural speed, please.
La mujer había bajado corriendo y gritando por la colina hasta llegar a la aldea,
despertando a todos los que había podido.
—¡Están allí echados con los ojos muy abiertos! ¡Están fríos como el hielo! ¡Y
llevan todavía la ropa de la cena!
Llamaron a la policía, y toda la aldea se convirtió en un hervidero de curiosidad, de
espanto y de emoción mal disimulada. Nadie hizo el menor esfuerzo en fingir que le
apenaba la muerte de los Ryddle, porque nadie los quería. El señor y la señora Ryddle
eran ricos, esnobs y groseros, aunque no tanto como Tom, su hijo ya crecido. Los
aldeanos se preguntaban por la identidad del asesino, porque era evidente que tres
personas que gozan, aparentemente, de buena salud no se mueren la misma noche de
muerte natural.
Muchas Gracias!!!