Velocidad natural por favor. Ahora, todo en español.
---Buenos días, don Vittorio---le dijo---¿Cómo le va y qué tal la señora y los niños?
---¡Sra. Fuentes!, ¿Qué sorpresa tan agradable!,---¡Mucho gusto de verla por aquí!---contestó el italiano pretendiendo no haberla visto cuando venía.---Los niños y la Sra. están muy bien, gracias, gracias. ¿Y qué le vendemos hoy, Sra.?
---Tengo mucho que comprarle, pero eso depende del precio. Primero, necesito diez kilos de arroz.
---Muy bien, Sra. , mire Ud. que arroz tan bonito tenemos, no hay otro mejor en todo el mercado. Y le voy a dar un precio especial, a cincuenta céntimos el kilo, pero sólo a Ud. por ser tan buena cliente nuestra.
---¡Cincuenta céntimos! Ni loca. ¿Eso llama Ud. precio especial? Además, este arroz no parece de muy buena calidad.
---Sra., Ud. ofende a Vittorio Martini al decir tal cosa. ¿Cómo puede decir que no es de buena calidad cuando es importado directamente de Italia donde se cultiva el mejor arroz de todo el mundo? Italia produce todo...
---Sí, sí, sí, ya lo sé, no me diga. Italia produce todo lo mejor de todo el mundo---le interrumpió Marta imitando su acento y en un tono que indicaba haber oído a don Vittorio decir muchas veces la misma cosa.---Está bien, no vamos a discutir la calidad, pero tiene que darme un precio mejor. Si me lo da a treinta el kilo, bueno; si no, no.
---¡Mamá mía!, ¡imposible! A treinta céntimos mejor cierro el negocio y me voy para Italia. A cuarenta y cinco es lo menos, pero 'shhh', no se lo diga a nadie.---Y sin esperar más, empezó a llenar una bolsa.
---Un momento, don Vittorio, yo dije treinta, ni un céntimo más.
---¡Pero Sra., por favor!, ¡son diez niños los que tengo! Mire esta foto si no me cree---exclamó don Vittorio con desesperación, al mismo tiempo que le enseñaba una foto de él con su señora y diez hijos.---Algo tengo que ganar.
---Bueno, está bien, se lo voy a pagar a treinta y cinco el kilo, pero eso sí es lo último.
---Cuarenta, por ser Ud.
---No, a treinta y cinco.
---No puedo, Sra., lo siento mucho.
---Voy a comprarlo a otra parte, entonces. Vamos, Virginia.
---Bueno, bueno, no se vaya, no vamos a discutir más, Ud. gana otra vez, y yo pierdo.
---Muchas gracias, don Vittorio, Ud. es muy amable. Ahora vamos a ver, necesito unas buenas chuletas de cerdo pero…
Etcétera, etcétera. Empezó la misma discusión con la cuestión de la carne, y luego lo mismo con los huevos, y la mantequilla, y todas las otras cosas que Marta tenía que comprar: 'que le doy tanto, que imposible, que me voy, que sí, que no, que mis niños, que mamá mía, que Italia…etc.' La Sra. Robinson observaba con curiosidad y esperaba pacientemente, poniendo mucha atención para aprender a hacer lo mismo que su amiga en ocasiones futuras.
Por fin, una hora después terminó Marta de comprar todo y muy contenta le dijo adiós a don Vittorio. Este apenas pudo contestarle el adiós; se sentía cansado y
con mucho dolor de cabeza de tanta discusión por los precios. Estaba además furioso porque sabía que la Sra. Fuentes había salido ganando una vez más.
---¿Cómo le fue, don Vittorio?---le preguntó Pedro, el empleado---¿Hicimos buen negocio esta vez?
---¿¡Buen negocio!?, con diez clientes más como esta mujer, Vittorio Martini acaba sus días en un asilo de locos. ¡Mamá mía!, ¡qué dolor de cabeza! Dame una aspirina, niño, por favor.
I can't speak Italian, I'm sorry. I'm not going to record this lesson. =)